CIELO EN EL CORAZÓN

sep, aquí solo llega la gente curiosa


despertando

tormentas

who?


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despertando

El libro 2020 quedó atrás, un libro denso de leer, sin duda; con interminables historias que causaron un sinfín de emociones a los que tuvieron el reto de tocarlo.

Puedo decir que para mí fue un año de grandes oportunidades, un año de encontrarme a mí misma y por fin conocer más mi alma y corazón. Una yo sin filtros y caretas; vulnerable. Y agradezco a Dios infinitamente porque tuve la bendición de que a pesar de lo difícil del año, mi familia y la estabilidad de esta fueron protegidas. Así que para mí, y nuevamente lo digo, fue un tiempo en el que pude reflexionar más de la vida misma, sobre mi fe olvidada y cómo había desperdiciado tantos años al estar alejada del Señor.

Sin duda Dios me dio el 2020 para despertar.

Y lo hice

Sí, conocí por fin a nuestro Dios, porque aunque haya nacido en una familia cristiana, jamás sentí que lo haya conocido de primera mano. Había desperdiciado 23 años de mi vida…Pero su inmensidad no podía ser tapada por mi desinterés y ahora por fin puedo entender ese amor que quema dentro del pecho, ese amor que ya no cabe dentro y necesita ser gritado a los cuatro vientos. Supe por fin qué era tener paz y despertó en mí el deseo de que los demás experimenten lo mismo que yo.

Dios ya me dio el 2020, ahora me toca a mí darle el resto de mi vida a Él. Sé que el camino no será fácil pero tengo la certeza que de su mano el viaje será seguro. Este año 2021 deseo con todas mis fuerzas conocer con más intimidad a Dios, aprender y dirigir mi vida en su voluntad. Dios se convirtió en mi roca fuerte, mi ánimo, mi consuelo, mi paz.


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tormenta

En el 2020 dispuse mi corazón; en el 2021 este fue puesto a prueba. Si hubiera sabido a las vísperas de ese año lo que vendría, me hubiera aferrado más, lo hubiera buscado más…pero el corazón del hombre es necio. Fui necia y no hice lo suficiente.

Los primeros meses fueron la antesala de una tormenta de dolor, la temida segunda ola se avecinaba y parecía que estábamos preparados como país luego de atravesar la primera volcadura en el 2020. Pero al parecer los casi más de seis meses de calma no fueron suficientes para planear cómo protegernos.

Un día de febrero un familiar mío comenzó a sentir síntomas; se aisló, pero fue muy tarde, pues en pocos días los demás integrantes caímos como piezas de dominó, excepto dos que gracias a Dios no pasaron por la enfermedad. Por mi parte, mi cama se volvió mi mejor amiga pues el dolor de cabeza y fiebre me dejaban como trapo tendido, y qué decir de los antibióticos…arruinaron mi estómago por esos días. Mi familia fue recuperándose casi en un mes y agradecimos a Dios porque ninguno de nosotros necesitó un hospital. Ese temido lugar donde tu final podría verse entre cuerpos apilados en algún rincón.

Todo parecía que volvía a la normalidad en mi familia hasta que unas cuantas semanas después otros familiares contrajeron la enfermedad, pero ellos no corrieron la misma suerte…tuvieron que ser hospitalizados dos de ellos y cada llamada a casa era agonizante; con el corazón en la mano esperábamos buenas noticias. Jamás había sentido tanta angustia por unas llamadas. Unos días más pasaron y una de las flores se marchitó. Nuestro señor se llevó a nuestra tía y días grises llegaron.

La muerte trae sentimientos agridulces. Dulce saber que ya se estará en la presencia de Dios y agrio por el dolor indescriptible que se siente al perder a alguien que amas. ¿Por qué tiene que ser así? Lo acepto, se lo digo al Señor, y espero tener la capacidad de comprenderlo por completo en algún momento. Solo me aferro a la esperanza de que el dolor, la tristeza e inclusive la muerte desaparecerá cuando por fin el reino de Dios venga.

Mientras tanto: Isaías 41:10


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who?

Simpleza
30% arcoíris
70% dudas
Suspiros
Reflexión
Te conozco
No lo hago
¿Quién eres?
¿Qué eres?
Tú eres
Tiempo